sábado, 24 de noviembre de 2012

La llamo bajita y le regalo una báscula...

No tengo tiempo para actualizar el blog, y mire que me jode. Pero es que no hay manera. Así es que como ya toca y no me puedo dedicar demasiado, actualizo aprovechando un post que le ha dedicado Anita al regalo que le hice por su cumpleaños: una báscula de campo de concentración, como la llamó ella.


Mr. Tyler y yo nos fuimos al Rastro a buscar el tesoro para ella. Ningún lugar mejor que el Rastro para acertar.

Cuando la vimos tirada en el suelo ambos nos paramos en seco, nos miramos y dijimos "esto, sin duda!". Nos pesamos los dos para ver si funcionaba y, efectivamente, va de maravilla. Así es que allá que nos fuimos el mister y yo tan felices báscula en mano. No os podéis imaginar lo que pesa la condenada, de hierro macizo! Antes de abandonar el Rastro nos tomamos una cerveza en un garito típico. Dejé la báscula en un taburete y le empujé sin querer. Se cayó al  suelo y cuando la cogí vi que había hecho un agujero en la loseta. Tula cargándose la historia madrileña... Moví con discreción el taburete hasta poner la pata justo tapando el agujero y nos fuimos de aquel sitio inmediatamente...

Cuando le dimos el regalo a Anita, lo primero que dije fue "ten cuidado de que no se te caiga al suelo o matarás a tu vecino de abajo"

Anita, disfrútala y love forever and ever.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Cumples y Ramonas!


Mr. Tyler y yo nos fuimos el sábado de fiesta de cumpleaños. El cumpleaños de mi querida Anita.
Nos invitó a un delicioso brunch en su casa (envidia de la mala su casa...). Allí estuvimos la pandilla basurilla: Juanan (alias "Unidades de millar"), Javier Van Niestelrooy (alias "Von Tisssen"), Ms. N. ("la pija del Viso"), Mr. Mus, Anita, Mr. Tyler y yo. Sólo nos faltaba Mr. A, el matemático ciclista nihilista, que anda por tierras neoyorkinas (le echamos a usted muchísimo de menos. Vuelva pronto, por favor).
Anita nos había preparado unas viandas de lo más riquísimas para acompañar las risas. Lo que más me gusta de esta pandilla es que es imposible no volver a casa con dolor de mandíbula después de haber pasado 2 horas reunidos.
Chicos, somos un gran equipo!

Y tanto que nos reímos! Juanan sacó su iPhonetengotodaslasaplicacionesdelmundomundial y nos hizo unas fotos de lo más... agoreras? 
Tula y Mr. Tyler en modo "Asesino a sueldo"
Anita Y Mr. Mus en modo "El tío la bolera"
Tula Y Mr. Tyler en modo "Pija con barba"
La pija del Viso y Van Nistelroy en modo "Borroka chungo"

Mr. Tyler, creo que usted y yo deberíamos plantearnos seriamente la adopción.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Pasta casera y entera.

Si mi madre levantara la cabeza, no daría crédito a lo vieran sus ojos. La impertinente de su hija convertida en toda una cocinera y, lo que le chocaría más aún, disfrutando de ello. Menudo soponcio se llevaría la pobre. Como buena niña de pueblo de los años 80 fui instruida en la convicción de que tenía que ser una buena ama de casa si quería encontrar un marido decente a una edad no vergonzante. Yo, que ya entonces padecía de ataques de pánico cuando me hablaban de casamientos, salía corriendo a esconderme debajo de las sillas para que mi madre no me pudiera encontrar y consiguiera hacer de mí una mujer hecha y derecha. Hubiera sido tan fácil decirme que cocinar y hacer labores domésticas era divertido y me ayudaría a ser feliz en el futuro! Yo hubiera picado inmediatamente. Pero no, me decía que no encontraría marido si no aprendía a cocinar. Así es que me pasé toda la infancia entrando a la cocina con miedo. Permanecía en ella el tiempo justo para coger un yogur de la nevera y quitarle la tapa. Estaba firmemente convencida de que cuando aprendías a freír huevos y a hacer cocidos te daban un diploma de buena ama de casa, un pin y un marido al azar. La palabra es "terror".

Pero cuando me independicé empecé a ver la utilidad de saber cocinar. Pero por qué nadie me lo había explicado antes? Cocinar también sirve para uno mismo. Y yo sin saberlo...

Los últimos años han sido un no parar de aprender y evolucionar en la cocina. Mi debilidad, y en lo que me manejo mejor, es en la repostería, sin duda alguna, pero desde que Mr. Tyler llegara a mi vida allá por abril de este año, le he ido cogiendo el gustillo a lo salado. A él le encanta cocinar y a mí me encanta perderme en la cocina con él y experimentar. Nuestro plato preferido del mundo mundial es la pasta. Pasta de cualquier modo y a cualquier hora. Hace un par de meses descubrimos una tienda italiana en Madrid, Mangitalia, y se convirtió en nuestra perdición. Tienen una pasta fresca rica rica. Mi preferida es cualquiera de trufa o boletus. Id, no os arrepéntireis. 

Pero la pasta tiene para nosotros un significado especial. Fue el primer plato que hicimos juntos, pero pasta de verdad, casera, hecha con una maquinita que le habían regalado y a la que apenas le había dado uso. Él llevaba tiempo queriendo hacer pasta de remolacha, así es que eso fue lo que hicimos. Salió deliciosa y la acompañamos con una salsa carbonara que le quedó exquisita. El making-off fue lo mejor de todo, nos echamos unas buenas risas fotografiando los tallarines colgados en un tendedero, pero es que no se nos ocurrió otro sitio donde ir tendiéndolos mientras salían los siguientes. 

Y éste fue el resultado.
Un domingo fabuloso en el que no pude evitar recordar lo que decía mi madre de que la cocina me llevaría a encontrar marido...

De domingo a domingo.
Buena tarde de domingo a todos!